Este senderismo con trasnocho en Piedra Negra fue, una vez más, la épica experiencia de una convivencia en la montaña que nos ha llamado e impulsado a un grupo de jóvenes filósofos de nuestra escuela de filosofía NA de Almería, para así vivir una experiencia de reencuentro con nuestros propios corazones y mentes.
Salimos temprano de Almería, desayunamos algo en el pueblo de Fiñana y luego volvimos a coger los coches hasta llegar a una bifurcación ubicada cerca de la entrada del camino que lleva a el Ubeire. Recargados de buen ánimo, mochilas y algo de víveres, iniciamos el sendero ascendente hasta el refugio. El sol, los pinos y algo de brisa nos cobijaba durante todo el camino. De esta vez, una primera parte de nuestro objetivo fue alcanzar los 1890 metros de altitud y encontrar el refugio de montaña vivac en piedra negra.
Uno cuando camina por fuera, también se camina por dentro. Y durante toda esta primera etapa de recorrido, hemos entrado en una dimensión de un tiempo sin tiempo. La magia de la experiencia estaba en marcha.
No éramos solo unos simples amigos de excursión, sino filósofos en marcha subiendo nuestras propias montañas interiores. Definitivamente, ya no éramos los mismos antes que durante el viaje. Algo habíamos empezado a comprender juntos. Durante algunas paradas con lecturas inspiradoras recordábamos los grandes sueños, la voz del silencio, algo empezaba a despertar en nuestras miradas, algo que ni las dificultades, ni las pesadas mochilas, ni el calor y cansancio serían capaces contra nosotros. Empezábamos a vivenciar la fuerza de la unión, de una convivencia en valores como verdades que se nos presentaban en algunos momentos de silencio escuchando la naturaleza.
Fueron kilómetros muy duros de subida ascendiente en pleno sol de verano Almeriense. Y a pesar de todo, confiábamos que lo que fuéramos vivir, dependía esencialmente de nuestra actitud ante cualquier adversidades.
Con la llegada al Refugio y ya con unos kilos de menos sobre nuestras espaldas, nuestros cuerpos estaban agotados, algunos más que otros, pero a pesar de todo, nuestros rostros y en nuestros ánimos expresaba mucha felicidad. Quizá algo como una sana alegría de un deber cumplido y de un agradecimiento al propio genio de la Naturaleza que se nos permitía estar allí.
El tiempo había parado por unos instantes. Comimos, descansamos y tuvimos una master class sobre la fortaleza en medio del bosque. Éramos una fuerza con Inteligencia, una fortaleza estable, equilibrada y armónica.
Tuvimos tiempo para todo, de reflexión, de diversión, para descubrir y contemplar el lugar, tiempo de descanso. Terminamos la clase sobre las 21h00 de la tarde / noche y por increíble que parezca, era de día todavía. Estábamos en una cima muy alta. Desde allí, a poco metros del refugio se veían unas vistas espectaculares del pueblo, del valle y las montañas. Todos pudimos contemplar el ocaso del sol y al anochecer con miles de estrella sobre nuestras cabezas. Una noche entrañable.
Es una buena practica de los montañeros, dejar siempre el sitio un poquito mejor de como lo encontramos. Pero yo creo que fue el sitio que nos dejó a todos un poquito mejor de como habíamos llegado.