Los más habitual es que nuestra vida esté vuelta hacia afuera: contactos sociales, conocer nueva gente, imagen pública, trabajo, vacaciones, diversiones, compras… Pero, de repente, con el confinamiento, todo esto se interrumpe y nos vemos inexorablemente forzados a vivir solos y/o con un pequeño número de acompañantes.
¿Podemos hacer una victoria filosófica y humana de esta situación? Indudablemente, ¡sí!
Me figuro que se darán tres posturas básicas: la mayoría esperará desesperadamente que todo pase para regresar a su vida… “normal”; aguantarán como puedan el aislamiento con la esperanza de la calmante cotidianeidad. Una minoría, tal vez se degenere un poco más, recocidos en su desesperación. Y puede que otros pocos la aprovechen para hacer aquello que la Vida nos propone: mirar hacia adentro.
Y esto último es lo que nos interesa.
Más allá del detonante efectivo que ha provocado esta situación de confinamiento, y hay muchas teorías al respecto, creo que la mano invisible de la Inteligencia de la Vida nos está diciendo precisamente eso: ¡mira adentro! Y nos lo dice de una manera contundente: no van a ser unas horas, ni unos días; van a ser varias semanas, y puede que has más de un mes. Hay tiempo, la Vida “nos obliga”.
Vamos a tener tiempo, algo de lo que solemos quejarnos con amargura. ¿Qué vamos a hacer con él?
Es maravilloso salir a aplaudir a los que se juegan la vida en este momento, es maravilloso las iniciativas solidarias, los cursos online, las canciones, los mensajes de aliento… muestran la buena voluntad que se despierta en tanta gente, leer lo que tenías pendiente… pero no es suficiente…
Todo esto va a calmar nuestra desesperación e incluso nos aportará sentimientos y alguna experiencia válida… pero no es suficiente. Es más, si no se utiliza bien, tan solo será un simple calmante, un consuelo, no un activador de la conciencia.
Y es que el consuelo, el auto-consuelo, no pasa de ser un soporífero de la conciencia.
Es preciso mirar de frente y adentro para ver cuál es nuestra situación humana real, no perdernos en ciertas formas de psicologismo huidizo, que calme dolores e inquietudes. Sin una cierta dosis de dolor, el que se produce al atravesar nuestros prejuicios y costumbres, será difícil encontrar las claves que nos fortalezcan y dignifiquen como seres humanos.
Tras muchas revoluciones fracasadas, revoluciones que llegaron desde arriba y afuera, hoy parece que los tiempos marcan una revolución interior, que tendrá inexorablemente un efecto en lo social. Esa revolución, o mejor re-evolución interior, debe ser realizada por cada ser humano consciente. No serán las masas agitadas por propagandas ni líderes carismáticos (aparte de que es evidente que no los hay) los que la provocarán. Nacerá silenciosamente en la conciencia de, primero, unos pocos, y luego más.
Es la revolución del ejemplo, no del ejemplo impostado ante los demás, sino del ejemplo como consecuencia de una transformación interior real.
Hay que estudiar, leer, a los Grandes, pero hay que hacer esas ideas nuestras, vivirlas. Salir del pensamiento de la masa. Despertar al Individuo.
Este confinamiento es una oportunidad histórica. No la desaprovechamos. Podemos provocar un pequeño cambio en nuestra forma de vivir, que si es real y mantenido, va a cambiar el mundo. Y esto no es una locura, es una ley de la Naturaleza.